Proyecto Impars
Coordinadora: Núria Garí
Entrevista
Texto: Marcos Doespiritusanto
Fotos: Diana Segura
Viendo tu currículum, llama la atención que hayas estudiado Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra. ¿Por qué optaste por estos estudios y cuál era tu aspiración profesional por entonces?
Siempre me ha atraído la cultura visual en mayúsculas. Me gusta mucho el guion e inventarme historias. Es decir, pensar una narración y ver, después, cómo vestir esa narración. En el fondo, ahora estoy haciendo comunicación visual, sin el audio, está claro, pero estamos hablando de un mundo visual y de cómo comunicar una idea. Por lo tanto, mis estudios no están tan alejados de lo que estoy haciendo ahora.
¿Cuándo comenzaste a dibujar?
Dibujo desde que tengo recuerdo. Desde muy pequeña, pasaba horas dibujando. Como anécdota, recuerdo algún verano que había pasado muchas horas con mi abuela, que era profesora de Bridge (el juego de cartas) y, cuando hacía las clases y campeonatos con sus amigas, yo me ponía en un rinconcito a dibujar durante horas. Ella estaba encantada porque decía: “¡A esta niña no hay que darle nada, con unos lápices ya la tienes entretenida!” (ríe).
Y, en los tiempos de la universidad, continuaste dibujando…
Sí, siempre he tenido este impulso por dibujar. Por una parte, la universidad era un mundo diferente y me permitía descubrir cosas nuevas. El periodismo también me interesaba. Estaba muy abierta a probar muchas cosas. Al acabar la carrera, de pronto tuve la necesidad de probar la ilustración porque siempre me ha interesado mucho el mundo del cuento, de la literatura infantil.
Tenía muchas inquietudes y quise probar. Todo comenzó con un curso de la Escola Massana, donde tuve como profesora a la ilustradora Àfrica Fanlo, que fue quien me abrió los ojos. Lo primero que nos dijo en clase fue que, para ser ilustrador, no hacía falta saber dibujar. Y nos quedamos todos sorprendidos. Y ella insistió en que también se puede ilustrar haciendo collage o utilizando líneas con golpes de color. Eso nos sacó de encima a todos muchos miedos y muchas inseguridades a la hora de dibujar. Con ella, descubrimos que ilustrar es poner luz a una idea, a un contenido o a un texto y que hay muchas maneras de poner esa luz. Fue genial este aprendizaje, una experiencia muy reveladora.
Y, de la Escola Massana, diste el salto al BAU Centre Universitari de Disseny para cursar un Posgrado en Diseño Editorial. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Fue en paralelo a la Massana. Y resultó ser una experiencia interesante para mí porque también me gustan mucho las revistas de diseño y de interiorismo. Ya te digo, tenía intereses muy diferentes y estaba muy abierta. El diseño editorial me ha dado, también, muchas herramientas para, por ejemplo, diseñar carteles. Me llegan muchos trabajos de este tipo y, quieras o no, si te piden un cartel también has de saber diseñarlo. Muchas veces, no hay detrás la figura del diseñador que se encargue de componer el texto en el cartel o de la gestión de los blancos. Y todo esto me lo dio el posgrado de la BAU. Todo suma y creo que siempre está muy bien ir integrando cosas nuevas.
¿Cuándo diste el salto del mundo académico al profesional y de qué manera empezaste a recibir los primeros encargos?
Fue complicado. Cuando yo empecé, ya todo era digital y la profesora nos recomendó que nos creásemos una página web con los pequeños trabajos que hubiésemos hecho como carta de presentación para nuestros clientes. E hice eso. Me enfoqué mucho en crear un buen portafolio.
Por aquel entonces comencé a trabajar en la asociación Lectura fácil, que hace un trabajo social muy importante que consiste en adaptar textos de todo tipo para que sean accesibles a la gente que tiene discapacidades lectoras. Es decir, gente inmigrante que tiene poco conocimiento de la lengua o gente mayor que necesita un tamaño de letra grande. Y toda la parte de la ilustración me la encargaban a mí. Fue mi primer cliente grande y, gracias a esta asociación, de hecho, pude empezar a enseñar mis primeros trabajos.
¿Cómo ves la situación de las y los jóvenes creativos en el contexto de crisis actual derivada de la pandemia de la COVID-19?
El de la ilustración ha sido siempre un sector muy difícil. Desde que yo empecé hemos estado en crisis. Y esta es una crisis más. Es un sector muy castigado. Curiosamente, en nuestro país, la mayoría de ilustradoras son mujeres, mujeres jóvenes en situación bastante precaria. Hay muy poca gente que se dedique exclusivamente a la ilustración y esto te obliga a hacer equilibrios. Es un trabajo de equilibrista, como yo lo llamo. Abres el abanico para hacer un poco de todo.
Y, en comparación con otros países de nuestro entorno, ¿crees que la situación aquí es más complicada?
Seguramente. Aquí no se valora demasiado el trabajo de ilustración. Comienza a haber más prestigio, eso sí que es verdad. Noto que cada vez hay un poco más de reconocimiento a nuestro trabajo, pero esto no se traduce en una mejora de las condiciones laborales.
Has trabajado para el sector de la prensa, para agencias de publicidad y también en el mundo editorial. ¿Cuál es el ámbito de trabajo que más te atrae?
El mundo editorial es muy satisfactorio porque te da mucha libertad a la hora de crear tu proyecto y hacerlo tuyo. No es un sector que te imponga su criterio desde el principio. En publicidad sí que hay más esta idea de que te digan: “Si no me haces esto, tengo a cincuenta detrás que quieren hacerlo”. Es un sector más exigente, mientras que el trabajo editorial es más relajado. El problema es que no está muy bien pagado y, muchas veces, asumes este tipo de trabajos por amor al arte. Son proyectos que disfruto mucho pero que te obligan a mantener ese equilibrio que es, además, un equilibrio muy delicado.
También me gusta mucho el cartelismo. Un encargo del que estoy muy orgullosa es el póster de 10.000 km, la película del director Carlos Marqués-Marcet, porque tuvo mucha repercusión. Aunque los productores se decantaron por el póster oficial para la distribución de la película, mi propuesta se utilizó, por ejemplo, en los cines de Grecia. Fue muy bonito representar el alma de una película, me genera mucho orgullo.
¿Y algún otro proyecto que recuerdes con especial ilusión o estima?
El proyecto de “Magic Line” fue muy chulo, también por el valor social que tiene. Me hizo mucha ilusión porque tiene mucha visibilidad y porque es una marcha solidaria que hacen cada año y con un gran esfuerzo de comunicación detrás.
También creaste la imagen de la campaña “Mulla’t per l’esclorosi multiple”. ¿De qué manera asumes este tipo de encargos más solidarios?
Son proyectos en los que hay una implicación diferente. Este tipo de proyectos los afronto con mucha ilusión porque, de alguna manera, sabes que tu trabajo trasciende a un colectivo concreto y que lo que estás haciendo se carga de valor social. Y eso, justamente, no tiene precio.
Otro de tus últimos proyectos es la etiqueta de un vino para la marca Viñedos singulares. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Se trataba de una convocatoria abierta a seis o siete ilustradoras y, durante una cena, nos explicaron lo que querían comunicar en relación con un vino en concreto. Y, a modo un poco de juego, teníamos que empezar a hacer nuestros bocetos ya durante la cena. Después, ya en nuestra casa, pudimos acabar de desarrollar la idea. Fue la primera vez que vi uno de mis dibujos aplicados a un producto y eso es algo que me generó mucha satisfacción.
Ahora estoy en fase de empezar a colaborar con una mujer australiana que hace pañuelos para mujeres que tienen cáncer bajo la marca Bravery.co. Fui yo quien la contactó para iniciar un proyecto juntas y poder diseñar uno de sus pañuelos. Ella misma sufrió cáncer y se le ocurrió esta idea y un porcentaje de los beneficios de la venta de los pañuelos los destina a la investigación.
Siempre me gusta encontrar proyectos que me permitan tener la sensación de que estoy aportando alguna cosa útil a la sociedad.
Y ¿cómo es Judit Canela como persona? ¿Cuáles son tus aficiones y de qué manera influyen en tu creatividad?
Me gusta mucho la música y me gusta mucho bailar. He hecho danza contemporánea toda mi vida y ahora practico mucho el yoga. Yo creo que la parte más corpórea, más física, es necesaria para trabajos como el mío, porque estás todo el día sentada, dibujando… Me paso muchas horas enfrente del ordenador y el yoga es necesario para aclarar las ideas, para generar un espacio mental más limpio.
¿Cómo definirías tu universo creativo?
Utilizaré palabras que otros han dicho de mí: colorista, femenino, conectado con la naturaleza y cotidiano, pero, al mismo tiempo, con un punto onírico.
¿Qué técnicas utilizas a la hora de crear tus ilustraciones?
Depende del momento. Ahora estoy en una época en la que estoy muy enfocada en lo digital. Antes utilizaba la técnica mixta, es decir, lo dibujaba todo a mano, lo escaneaba, y el proceso de coloreado lo hacía en digital. Ahora, solamente hago el esbozo a mano y, en seguida, lo paso a digital. Estoy intentando adquirir muchas herramientas digitales porque facilita mucho el trabajo y es hacia donde están caminando todos los profesionales.
¿Podrías explicarnos en qué has basado tu propuesta de postal de Navidad para la Universidad?
La premisa estaba clara: tenía que hacer referencia a la Natividad cristiana pero también se me pidió que, de alguna manera, modernizase esta idea de familia. Y me percaté de que, simplemente, dibujando a un padre, una madre y una criatura, naturalmente, ese dibujo ya remitía a la idea del nacimiento de Jesús, con José y María.
Fue un reto hacerlo lo más sencillo posible, pero que a su vez, remitiese a este mundo cristiano, a la idea de la Natividad. Opté por hacer un abrazo entre el padre, la madre y la criatura para intentar reflejar un momento muy íntimo y muy acorde con la Navidad.
Para terminar, si tuvieses que definirte a ti misma como artista en cinco palabras, ¿cuáles escogerías?
Lo de artista me cuesta, es una palabra muy grandilocuente (ríe). Yo optaría por artesana, apasionada, paciente, curiosa y sensible.