© David Ruano
Ahora Impars y UIC Barcelona School of Architecture han sumado fuerzas para traer el talento de Cinta Vidal a las paredes de nuestra universidad. La fachada del Aula Magna y el portalón de entrada del Campus Barcelona acogerán, a partir de mayo, un gran mural que pretende ser una alegoría de la universidad como espacio generador de conocimiento. Hablamos con ella de su trayectoria y de este nuevo proyecto.
Cinta Vidal (37) nos recibe a los pies de su último trabajo en la biblioteca Marc de Vilalba de Cardedeu, donde vive desde los diez años. “Llevamos cuatro días pintando aquí y la respuesta de los vecinos está siendo muy buena”, explica con entusiasmo. Es el primer mural que realiza en su pueblo y no disimula el orgullo que le supone poder “trabajar en casa”. Una maraña de libros, muebles y personas en estado de flotación comienzan a aflorar en la fachada de la biblioteca para sorpresa de algunos viandantes. Los juegos de perspectiva y la ingravidez conforman las señas de identidad de la obra de esta artista catalana, que comenzó sus pasos en el Taller de Escenografía de los hermanos Castells Planas y que, a día de hoy, vende sus cuadros en la Thinkspace Gallery de Los Ángeles y ha llevado sus murales de gran formato a países como China, Japón o Hawái.
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Proyecto Impars

Coordinadora: Núria Garí

Entrevista

Texto: Marcos Doespiritusanto
Fotos: Albert Gordillo y Roger Alemany

¿Cuándo te inicias en el mundo de la pintura y cómo surge tu vocación artística?

Yo creo que desde que nací porque en mi casa ya había un interés muy grande por el arte. Mi hermana dibujaba mucho y yo me empapé de todo eso. Con 16 años entré a sustituirla en el Taller de Escenografía Castells Planas, en Santa Agnès de Malanyanes, y allí vi muy claro cuál era mi vocación. Descubrí un mundo que me apasionó.

¿Qué es lo que te marcó?

Solía dibujar para mí, como hobby. Pero allí aprendí un oficio, un rigor y una profesión. Me enseñaron a pintar en mayúsculas. Adquirí técnicas, aprendí a pintar a gran escala, profundicé en el claroscuro y aprendí a ser eficaz. Cuando pintas por cuenta propia puedes tardar mucho en resolver algo. Si tienes que responder a encargos de teatro, hay unos tiempos y tienes que ser profesional y poder llegar a lo previsto.

Hablamos de telones y escenografías para teatros y óperas de todo el mundo de escalas de hasta 18×10 metros: ¿Cuál es el proceso creativo y de producción de este tipo de telones de gran formato?

Estos telones son encargos que hacen escenógrafos y, por lo tanto, son ellos los que deciden la imagen que se va a plasmar. El taller de escenografía lo realiza y ahí entra la parte de la artesanía. Lo que hacemos es trasladar a una escala grande la imagen que se nos da. Como cada encargo es distinto, hay que trabajar en muchos estilos distintos. Y ahí pude aprender mucho porque tenía que adaptarme a las necesidades del proyecto y no a mis gustos.

Después decidiste estudiar el Grado Superior de Ilustración en la Escuela Massana de Barcelona. ¿De qué manera influyeron estos estudios en tu carrera?

En La Massana aprendí a trabajar mucho el concepto, no tanto la técnica. Esa fue también mi salida al exterior. Yo había estado estudiando aquí, en el instituto de Cardedeu, e irme a estudiar a Barcelona me permitió abrirme al mundo y conocer a gente de todas partes. Tuve muy buenos profesores, verdaderos profesionales de la ilustración, y eso fue un lujo.

Tu obra, hoy día, es variada y abarca distintos géneros (ilustración, pintura, muralismo) y también diversidad de técnicas. ¿Qué valor tiene la experimentación en toda ella y cuáles son los elementos que conforman tu inspiración?

Es difícil de responder. Donde yo normalmente me siento más libre experimentando es en el boceto, tanto de un mural, como de un cuadro o de una ilustración. En el boceto es donde surge todo y ahí es donde borro, redibujo, cambio… Lo puedo hacer en el tren, en un bar y en cualquier parte. Es un espacio más libre. Luego, cuando ya decido la imagen definitiva, llega el trabajo más técnico, de cómo resolver esa idea en un formato de cuadro o de mural.

¿Cómo se produce el salto de la ilustración y el cuadro al mural de gran formato?

Empecé a pintar cuadros que tuvieron un cierto interés por parte de algunas galerías, entre ellas, la Thinkspace Gallery de Los Ángeles, que me ha apoyado mucho. Empezaron a mover mis trabajos y, un día, decidí pintar algún muro pequeñito. Después, desde la galería me dieron el empujón para empezar a pintar murales más grandes. Fue algo bastante fluido porque yo ya había trabajado muchos años pintando en grandes formatos en Castells Planas. La diferencia es que, en los murales, el trabajo se hace en vertical y el diseño lo elijo yo. Esa es la gran diferencia.

¿Y en qué formato te sientes más cómoda?

Depende. Yo diría que todos tenemos muchas facetas, en las que podemos o no sentirnos cómodos. Depende un poco del proyecto. En el estudio, cuando pinto cuadros, estoy muy recogida y muy tranquila, pero también estoy muy sola. Y en el mural, sin embargo, hay un factor de riesgo, estoy en el exterior y pueden pasar muchas cosas, pero es una parte mucho más social y lo disfruto mucho.

Tus obras responden a un alto nivel de complejidad y juegan con aspectos como la geometría, la perspectiva o la ingravidez… La falta de un ángulo de visión definido para el espectador ¿puede considerarse uno de los elementos definitorios de tu trabajo?

Esto responde, un poco, a mi filosofía de vida porque creo que el mundo no lo podemos ver desde un solo punto de vista, aunque nos lo parezca. Es imposible. Cada persona tiene su perspectiva del mundo y mi trabajo es mi manera de expresar esta idea: uno no puede ver algo en todos sus puntos de vista al mismo tiempo, siempre hay una elección, una percepción. En mi obra también existe un cierto afán por descontextualizar los elementos, soltándolos por el aire, porque eso les da otro valor.

¿Qué rol juega la arquitectura en tu trabajo?

La representación arquitectónica viene de cuando trabajé en el taller de escenografía, porque todos los telones representaban espacios. Los protagonistas en el teatro son los actores, por lo tanto, los murales o bien representan la naturaleza o bien espacios arquitectónicos. Aprendí mucho trabajando el entorno y, de forma natural, empecé a trabajar más espacios que personas.

A día de hoy trabajas como freelance, respondiendo a encargos de clientes de todo el mundo, ¿de qué manera combinas tu vocación experimental con este tipo de encargos?

Ahora mismo ya no acepto encargos porque tengo mucha demanda de galerías y son las galerías las que, precisamente, me dan más libertad. En cuanto a cuadros pictóricos soy, por lo tanto, totalmente libre de pintar lo que quiera. Los murales sí que los hago por encargo. Se me ofrece una pared y se me da bastante libertad de resolver. A veces me dan los criterios y, otras veces, soy yo misma la que me impongo unos criterios porque, a mi entender, un mural tiene un contexto y no puedo hacer lo que yo quiera. Pero no creo que esto, de momento, esté limitando mi creatividad.

¿Qué valor crees que están tomando los murales como elemento de expresión artística en nuestros entornos urbanos?

La parte buena es que se trata de una expresión artística muy democrática, que todo el mundo puede disfrutar. Eso a mí me parece maravilloso. Luego ya podemos entrar en cómo están organizados los festivales, desde el punto de vista de si se paga o no se paga a los artistas. Yo considero que sí se deberían pagar. Además, me parece que el muralismo ha de tener relación con el espacio. Hay artistas para los cuales esto no es importante y yo lo respeto, pero no se ajusta a mi idea del muralismo.

¿Es complicado vivir a día de hoy como artista freelance?

En mi caso, yo vivía mucho peor cuando trabajaba en el taller de escenografía que ahora. Bastante peor. Trabajar por mi cuenta también me permite decidir con calma y sin apresurarme los proyectos en los que me comprometo y, de momento, estoy muy contenta.

¿Cuál es el proyecto del que te sientes más orgullosa?

Quizá el mural que realicé en 2017 para el Museo de Arte de Hawái en Honolulu, uno de los más grandes que he realizado hasta la fecha. Se trata de un museo de arte y, por lo tanto, eso ya tiene una connotación muy importante. Hice el ejercicio de contextualizar el mural, de buscar todos los elementos que hay dentro del museo y sacarlos a relucir. A día de hoy, como resultado, el museo lo está usando para las visitas infantiles. Cuando vienen los niños se les pregunta: ¿qué es este elemento, de qué cultura es? Luego pasan a la sala que está justo detrás del muro y ven la pieza de arte de verdad. Para mí es algo muy bonito pensar que mi mural funciona como elemento didáctico.

¿Qué supone para ti trabajar para una universidad?

Personalmente creo que no es lo mismo pintar un mural en una pared de cualquier calle que pintarlo en una institución tan importante como una universidad, que merece mucho respeto y, por lo tanto, es un reto para mí muy grande y me hace mucha ilusión.

¿En qué has basado tu propuesta?

Se me trasladó el concepto de que los protagonistas, en UIC Barcelona, son las personas. El valor cultural que tienen las personas en la universidad es muy grande. En el mural, por lo tanto, aparecen personas que juegan con elementos que nos remiten a las diferentes disciplinas. Las Humanidades, por ejemplo, las he simbolizado con un templo griego, que es de donde viene el concepto de sociedad tal y como lo conocemos hoy en día. Los libros son protagonistas. También he puesto ordenadores para trasladarlo un poco a la actualidad y hay varios elementos que pueden sugerir el concepto laboratorio, estudios de Derecho, de Arquitectura… He intentado hacer un poco una mezcla de estos elementos que hago volar sobre el boceto. Me hace mucha ilusión.

Si tuvieses que definirte a ti misma, ¿qué cinco palabras utilizarías?

No me gusta definirme como artista. Me parece un poco grandilocuente esta palabra. Soy tranquila, soy inquieta, al mismo tiempo, soy apasionada y rigurosa. Y soy artesana.